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Las joyas culinarias ocultas de París: una guía local de cafés y bares inexplorados

La ciudad de París esconde tantos tesoros que, aunque uno piense que ha terminado de visitarla, siempre queda más por descubrir. Lo cierto es que los rincones y callejuelas con más encanto no aparecen en los mapas turísticos o en las páginas de “Top 10 restaurantes en París”.

Por supuesto, esto no quiere decir que la Torre Eiffel y los croissants en Saint-Germain no tengan encanto (que por supuesto que lo tienen), pero el París del que os hablo sólo se puede conocer pateando sus calles con calma, dejándose llevar por el olor a café tostado y el choque de las copas de un bistrot escondido.

En este artículo podrás ver una carta de amor al París cotidiano, ese que sus ciudadanos tienen en tan alta estima como un buen vino francés.

1. Le Jardin d’en Face – Montmartre sin clichés

Montmartre es famoso por el Moulin Rouge y los retratistas de la Place du Tertre, pero también es víctima de su propia fama. Sin embargo, a un par de calles de la algarabía turística, se encuentra Le Jardin d’en Face, un pequeño restaurante que parece sacado de un cuento. El nombre ya hace un guiño a esto que os cuento; el “jardín de enfrente” se trata de una fachada cubierta de plantas que cambia de color con las estaciones.

Lo conocí gracias a una amiga parisina que me advirtió con media sonrisa “aquí no hay menú en inglés, y eso es buena señal”. Tienen sólo unas pocas mesas y una carta sencilla entre los que están un confit de canard, tartare de bœuf, y un gratin dauphinois que podría reconfortar el alma en el día más duro. La música siempre suave, el vino servido con generosidad, y la sensación de estar en una casa de abuela, pero con más estilo.

2. La Fontaine de Belleville – Café con alma de jazz

En el distrito 10, lejos del bullicio de los Campos Elíseos, se encuentra uno de los cafés más encantadores de la ciudad; La Fontaine de Belleville. Aquí, el café se toma con calma. El local parece detenido en el tiempo: muebles vintage, azulejos retro y un ambiente que mezcla bohemia y barrio con naturalidad.

Los fines de semana tienen sesiones de jazz en vivo, y créeme, nada como una copa de vino y un croque monsieur mientras suena un saxofón en directo. Este lugar también es famoso por servir café de especialidad gracias a su asociación con Belleville Brûlerie, una de las mejores tostadoras de la ciudad. Si te gusta el café bien hecho y sin pretensiones, este lugar es un pequeño paraíso.

3. Le Bouillon Pigalle – Tradición sin romper la alcancía

Este bouillon no es un secreto absoluto, pero sigue siendo una joya en una ciudad donde comer puede costarte una fortuna. Le Bouillon Pigalle retoma el espíritu de los antiguos comedores populares parisinos: platos clásicos, servicio ágil, y precios honestos.

Por menos de 20 euros puedes comer una entrada, un plato y un postre. ¿Mi combo favorito? Huevo duro con mayonesa, saucisse au jus purée y chou chantilly de postre. Y sí, está todo delicioso. Debido al encanto de este lugar, casi siempre hay cola, pero se mueve rápido. Vivir la experiencia completa es parte del encanto: desde los camareros uniformados hasta el bullicio alegre del comedor.

4. Mokonuts – El brunch secreto de la rue Saint-Bernard

Este es el tipo de sitio que no encuentras, a menos que alguien te lo cuente, así que considérate uno de los privilegiados. Mokonuts es un pequeño café-bistró en el distrito 11, dirigido por una pareja: Moko Hirayama (de origen japonés) y Omar Koreitem (libanés), ambos grandes chefs que decidieron abrir un lugar para cocinar con libertad.

Aquí no hay carta fija. Cada día cambia según lo que encuentran en el mercado. Pero si tienes suerte, te tocará un labneh casero con pan de centeno, o una ensalada de lentejas con zanahorias asadas que redefine lo que uno piensa de una ensalada. Y, lo mejor, las cookies. Moko hace unas galletas de chocolate y tahini que merecen un monumento. Y no, no exagero; hay quienes cruzan París solo para llevarse una docena.

5. Chez Aline – Sándwiches con carácter

En un antiguo local de charcutería en el distrito 11 (sí, otro más porque este barrio es un filón), Chez Aline se especializa en algo tan sencillo como los bocadillos. No son unos bocadillos cualquiera. Aquí, el pan viene de una panadería artesanal, los ingredientes son de productores locales, y el resultado es… poético.

Mi favorito: el de pastrami con pepinillos y mostaza. Lo mejor es pedirlo para llevar y comértelo en la plaza Aligre, a unos pasos de este restaurante. A veces, la felicidad cabe entre dos rebanadas de pan.

6. Les Pantins – A la orilla del Canal de l’Ourcq

Terminamos con un lugar que no está técnicamente en París, sino justo al otro lado del periférico, en Pantin. Sin embargo, merece el viaje. Les Pantins es un bistrot moderno con espíritu de barrio. Aquí van los vecinos que buscan buena comida sin esnobismos.

La carta cambia con las estaciones, pero siempre hay algo sorprendente: una burrata con peras asadas, un risotto de cebada con verduras de temporada, o un bizcocho de almendras con cítricos que sabe a infancia. El ambiente es relajado, las mesas grandes para compartir, y la vista al canal le da un aire de vacaciones. Perfecto para una tarde de domingo sin prisas.

El sabor está en los detalles

Lo que une a estos lugares no es solo la comida, aunque en todos se come muy bien. Es la autenticidad, la historia, el mimo con que se preparan los platos y se sirve el café. Es el gesto amable del camarero que te recomienda el vino perfecto, la decoración pensada con el alma, la mezcla de tradición y creatividad.

Así es el París que los locales conocen y aman. Uno donde la gastronomía no es sólo espectáculo, sino también gesto cotidiano. Así que, si vienes a la ciudad y quieres sentirte más parisino que turista, guarda este artículo como un mapa del tesoro.

Disfruta de los mejores cafés de París mientras aprendes francés